Imagen de dramatización: Adrián y yo en Kioto
Antes de empezar, me gustaría aclararle amable lector, que
en este artículo no pretendo darle tips de supervivencia para su viaje a Japón,
es más bien una reflexión muy personal de mi parte, como una plática que
tendría con usted si me lo encontrara en un avión, en una banca del parque o en
una parada de autobús, muy a lo Forrest Gump (suponiendo que me diera “buena
espina” y de verdad considerara ponerme
platicar con usted.)
Y bien, hace exactamente un mes, Adrián y yo salíamos rumbo al aeropuerto, con todos los nervios, risas y emociones previas a un viaje.
¿Qué puedo decirle? Si acabamos de estar en nuestra tierra
de ensueño, hablábamos de ella desde que éramos amigos, y no tardamos en prometernos
conocerla un día de “pe a pá”, así que cuando las cosas empezaron a
formalizarse entre nosotros, nos propusimos que sería nuestro destino cumbre,
un destino ideal para nuestra luna de miel: fuimos a Japón. Un país que siempre
será parte de nosotros como pareja. Y es que para ambos, leer es un placer, viajar es un placer;
y combinar esos hobbies es un éxtasis para la psique. Estar en Japón es como
caminar por un tomo de capítulos interminables, tan diversos como complementarios
entre sí; y tan distintos a cualquier cosa que haya “leído” en la vida.
Así como India tiene
su “triángulo dorado”, compuesto por tres
principales ciudades que no debe dejar pasar en tu visita: Nueva Delhi, Jaipur
y Agra; Japón tiene su “triángulo” compuesto por Tokio, Kioto y Osaka (aunque
técnicamente no es un triángulo, se asemeja más a una constelación en el mapa.)
Pudimos ver muchos lugares en estas tres ciudades, diferentes zonas,
prefecturas; pero tuve mis favoritas:
Tokio
Aquí está todo lo que ha percibido sobre la cultura japonesa a lo largo de su vida (si no ha vivido en una cueva, claro): la calidez religiosa de Kamakura, aunado al específico carmesí de las hojas en otoño, los pequeños colegiales con uniforme y gorrito amarillo de excursión, buscando turistas para practicar su inglés. Caminar por Kamakura es un deleite para quienes amamos el silencio, a lo mucho se escuchan pequeñas campanas de oración de los templos budistas.
En contraste a la pacífica Kamakura, en Tokio encontramos
también la lujosa zona de Ginza, muy asemejada a la 5ta Avenida en Nueva York, casi
con las mismas tiendas: Dior, Tiffany & Co, Dolce & Gabanna, Chanel,
Michael Kors, etc. Eso sí: con un toque muy tradicional, justo atrás de la
calle donde está la exclusiva tienda Dior, puede encontrar los bares de Ramen
más tradicionales a excelentes precios.
Kioto
Con un toque más tradicional y devoto, la belleza de Kioto
resume de forma solemne lo que hace famoso a Japón a nivel mundial en
cuestiones budistas y sintoístas. Una comunidad tranquila, que puede ser
percibida desde que se pone un pie fuera del Shinkansen (tren bala). Casi
inmediatamente al llegar a la estación Inari, se observa la entrada al templo
que le da su nombre: el Fushimi Inari-Taisha, principal santuario sintoísta dedicado
al espíritu de Inari, deidad de los negocios. Recorrerlo da sensación de paz,
aunque no logre pasar por todos y cada uno de los Toriis (32,000 según fuentes
no del todo oficiales, disculpe, olvidé contarlos por mi propio paso.)
Osaka
Aquí todo vuelve a tomar un toque moderno gracias a la Avenida Dotonbori, en el Distrito de Namba: repleta de restaurantes, centros comerciales y souvenirs. La modernidad podría compararse fácilmente con Akihabara en Tokio, sólo que va más allá de animes y videojuegos (no me malinterprete, amé Akihabara y toda la mercancía que tiene para ofrecer, siempre para complacer a su niño interior.)
-Por cierto, le dejo una canción que sonó repetidas veces en
mi mente mientras paseaba por Akihabara, no soy la mayor fan de Mega Man,
pero
sí que me aferro a él de manera nostálgica. La tecnología, videojuegos y
caricaturas en los alrededores de Akihabara,
me remontaron de forma inevitable a este tema (y en versión extendida
por si gusta imaginarme caminando a ese ritmo mientras lee el artículo):
Siguiendo con Osaka, antes de pasar a la estación Nara (si
planea regresar a Tokio el mismo día), le recomendaría ver y/o subirse a la
tradicional Noria; además de pasar por el Acuario, donde también disfrutará de
la vista de la bahía.
La percepción varía
de persona a persona, también si usted vive, estudia, visita o sólo pasa por
Japón; lo que es un hecho es que la
nación del sol naciente siempre figura como ejemplo ante las demás y no es de
extrañar porqué: Fuimos en tiempo de lluvia y por supuesto, es
mal visto entrar con el paraguas escurriendo a cualquier establecimiento,
así que puede dejarlo afuera con el resto; teniendo la seguridad de que cuando salga
seguirá ahí, en la misma posición. El ejemplo del paraguas es simplón,
pero ocurre lo mismo con la bicicleta que renta para recorrer la ciudad, sin
candado y sin vigilancia. En fin, el respeto es la base de esa sociedad.
Podría redundar en los hechos de los que fui testigo y que
son ampliamente conocidos por quienes tengan un poco de interés en protocolos
sobre viajes o en específico sobre este país en Oriente: nunca dar propina, no
tocar las manos de los cajeros/tenderos al pagarles (para eso es la charola que
todos tienen en frente), no hay muchos basureros en las calles (tampoco basura,
ni siquiera colillas de cigarro), etc.
Pero ¿sabe? Lo mejor de los viajes es vivirlos por uno mismo, y visitar Japón siempre
será una buena idea para la Luna de Miel, para un viaje de graduación, de
cumpleaños, de reflexión… Es un destino imperdible.
Después de regresar a casa con impresiones nuevas y aventuras por contar, reflexionamos sólo una cosa respecto a Japón: volveremos si nuestros años de vida lo permiten, porque la promesa de conocerlo de "Pé a Pá" apenas empezó a cumplirse.