A las 13:10 horas del pasado 19 de septiembre del presente año, me
levanté por el segundo café del día, fue muy rápido, pronto volví a lo
mío. La concentración hacia los textos publicitarios en los que estaba trabajando regresó, estaba tan absorta que cuando noté que mi computadora se movió con todo
y teclado, la primera reacción que tuve fue sólo regresarla al ángulo donde
estaba, fue como un “hey ¿a dónde vas?”… pero, algo iba mal…
De pronto una voz masculina gritó con terror “¡Vámonos, está temblando!”
Reaccioné y tomé mi bolso con apenas lo “indispensable”: llaves, cartera y
celular, dejando la computadora y los textos pendientes en el limbo. Recuerdo
que vi una pareja que se quedó bajo el marco de una puerta mientras bajaba, les
grité también “¡vámonos!” , acto seguido, el muchacho me siguió y jaló a la
chica con él, quien empezó a llorar. Ya para salir del edificio, vi varias
señoras mayores que lloraban, gritaban asustadas y preguntaban por sus hijos,
mascotas o demás allegados. Fue una sacudida salvaje de 40 segundos pero
pareció una eternidad.
En esos momentos, yo no sabía que tan grave había sido el sismo, recuerdo
que varios colegas se reportaron: “Lo siento, no podré entregarte los diseños,
no tengo luz y mi señal es muy débil,” decían. Si… yo estaba igual…
Así viví el sismo del 19S en la
CDMX y quedé lo suficientemente lista para reaccionar más rápido con el que
hubo después, el sábado 23 del mismo mes. Fueron momentos difíciles, pero ahora
es peor, la euforia por ayudar va pasando, las teorías ridículas abundan,
nuestros representantes están aún más indiferentes y la insensibilidad va resurgiendo.
De este desastre natural se pueden identificar
varias cosas interesantes, que a su vez pueden dividirse en tres usuales categorías,
muy recurrentes en todo ramo desde que tenemos memoria: lo bueno, lo malo, lo
feo. Podría escribir una letanía, pero procuraré ser breve por usted, amable
lector.
Ya que la mayoría prefiere las
malas noticias primero, empezaré por ahí. He visto de todo en estos días, lo
suficiente para perder en segundos la fe en la humanidad. Por un lado están los
ciudadanos gandallas, quienes se aprovecharon del sismo para seguir siendo
calaña de la sociedad. Estuvieron aquellos que asaltaron en los cruces
entorpecidos por el caos, los que revendían despensas o el tipejo que encontró
la tarjeta de débito de una víctima del sismo y en lugar de reportarla,
despilfarró lo que contenía en Zara y
Best Buy.
Además de estas lacras usuales y
potenciadas por el desastre, se notó la falta de empatía por parte de
funcionarios públicos, ni siquiera en estas situaciones pudimos librarnos de su
ansia por un “hueso”, ello llegó a ocupar titulares internacionales como Al Jazeera, Huffington Post y Los Angeles
Times, el mensaje fue claro: los mexicanos no cuentan con sus políticos
para salvarse.
Los partidos políticos primero se
negaban a donar (más bien regresar) parte del presupuesto para su
administración o campañas para reparar las afectaciones en las ciudades
afectadas, luego pasaron a pelearse por quien daba más o a quien se le ocurrió
primero. Lamentable e inoportuno, pero eso no fue lo peor: el mandatario mayor
anunció en un “emotivo” mensaje que si se ayudaría a los mexicanos afectados…. Con
créditos y “solventes” opciones para recuperar su casa, algún día. Inquietante,
pero esta actitud se vio hasta en escalones más abajo, cuando la directora del
Colegio Rébsamen, uno de los más afectados en la Ciudad de México, exige el
pago de colegiaturas en estas circunstancias.
Al final la corrupción parece
empoderarse y a pesar de las construcciones dañadas, malos manejos de papelería
inmobiliaria y miles de vidas inocentes perdidas o en riesgo, faltan cabezas responsables
para altercados que pudieron evitarse, y faltan manos que estén dispuestas a
trabajar de principio a fin para reparar los perjuicios.
Luego de lo malo, lo feo:
ignorancia desmedida, reclamos sin criterio y muchísimos “muros con tranchetes.”
Por ejemplo, al momento de preguntarme como estaba, una persona universitaria -no muy
importante en mi vida, por cierto- me dijo: “Aaay que gacho que tembló, ha de ser por la contaminación,
la tierra nos está cobrando lo que le estamos haciendo.” Aunque agradecí su
preocupación, para mi interior lamenté su terrible obscurantismo y quise regresarla a la primaria, pero eso no
fue lo peor que vi/escuché en estos días.
Varios pseudo-intelectualoides
compartieron Fake News, con chairadas
implícitas, aún sin vivir en zonas afectadas, sin ayudar físicamente y hasta
sin leer las noticias de fuentes mínimamente calificadas como confiables. De
forma personal, lo peor que leí en estos días no fue sobre la prematura y apócrifa
partida de auxiliares japoneses ni sobre
los perritos rescatistas falsamente “explotados” ni siquiera la estupidez de un
“super-megaterremoto” inminente; lo peor que leí fueron falsas alarmas sobre
personas muertas, heridas o extraviadas; que sólo lograron entorpecer y
desperdiciar recursos de ayuda.
La discriminación también se hizo
presente, no sólo al segmentar ayuda cuando algunas dependencias, tanto
públicas como privadas, tomaron las riendas, dejando de lado a las comunidades
más vulnerables o pequeñas; es sabido que aunado a ello, algunas familias
otomíes en La Condesa han denunciado agresiones raciales por el sólo hecho de
permanecer en la zona, a pesar de no tener a donde ir.
Hubo además muchos reclamos para voluntarios
civiles, como el porqué no estaban en su trabajo cotidiano, para mí la
respuesta es clara: estaban ayudando, y si, hay que seguir con las actividades económicas
que sostienen al país y a su libre mercado, pero la prioridad para cualquier
ser humano pensante con un poquito de corazón es ayudar ¿o no? Pues no… muchos
patrones y magnates se molestaron con sus empleados por ayudar, o bien por no
presentarse a trabajar en edificios a punto de colapsar.
Pero no todo está perdido, ni
hundido en la miseria humana. Posterior a lo feo, viene lo mejor de la situación, lo bueno en
medio de la desgracia: esperanza y solidaridad.
Así como nunca en mi vida había
sentido un sismo de magnitud 7.1 tan de cerca, tampoco había sentido la calidez
y la humanidad presente en la mayoría de los mexicanos. Hoy puedo decir que mi espíritu
de lucha ha aumentado, y del mismo modo, la confianza que me producen los
amigos, los conocidos y hasta la diplomacia internacional. La comunicación con
mis allegados en la ciudad fue excelente en esos días, de la misma manera con
quienes están lejos, en otro país o en otro Estado. Me di cuenta de que en
general, me he rodeado de personas buenas, conscientes y comprometidas con el
país. Quisiera que esto permaneciera así de tangible sin necesidad de que otro
desastre nos impactara. Quisiera ver el respaldo que vi en estos días, presente
en cada persona que conozca de hoy en adelante.
Por su parte, las figuras públicas
fueron vistas ayudando o donando; y a pesar de los “dimes y diretes,” a mí para
ser franca me importa muy poco si lo hacen por ganar más fama o simpatía, lo
importante es que se dieron a la tarea de apoyar y usar su presencia en medios de
gran alcance para inspirar a más personas.
Para finalizar, quisiera
enfatizar una percepción que destacó por primera vez: la importancia que las
mascotas deben tener en todas las familias: perritos, gatos, un perico y una
tortuga; vidas valiosas que pasaron por este desastre y a su vez, de forma
afortunada, fueron objetivos por parte de los rescatistas
Quedan muchas interrogantes luego de esta reflexión ¿no? En lo personal, puedo responder algunas: ¿Tienes el gobierno que mereces? si exiges más de lo que das, no estás lejos de que te quede como anillo al dedo ¿Tenemos los medios que merecemos? Unos si, otros son inocentes; si compartes noticias falsas para hacerte el o la sabionda, para generar discusiones sin sentido, para fomentar más ignorancia o para promover a tu “gallo” del 2018, no eres mejor que Televisa y su confusa historia sobre la niña “Frida Sofía.”
¿Entonces debemos enfocarnos en
lo malo y lo feo? No. Aunque tampoco se deben dejar de lado las cuestiones “pesimistas,”
sin duda fuimos testigos de lo que la mayoría de los mexicanos merecemos y
estamos dispuestos a corresponder: solidaridad, bondad y manos amigas en
circunstancias difíciles. Somos más los buenos, que no quede duda.