domingo, 1 de octubre de 2017

Sin ánimos de ofender.- Mi percepción sobre 19S: lo bueno, lo malo y lo feo


A las 13:10 horas del pasado 19 de septiembre del presente año, me levanté por el segundo café del día, fue muy rápido, pronto volví a lo mío. La concentración hacia los textos publicitarios en los que estaba trabajando regresó, estaba tan absorta que cuando noté que mi computadora se movió con todo y teclado, la primera reacción que tuve fue sólo regresarla al ángulo donde estaba, fue como un “hey ¿a dónde vas?”… pero, algo iba mal…

De pronto una voz masculina gritó con terror “¡Vámonos, está temblando!” Reaccioné y tomé mi bolso con apenas lo “indispensable”: llaves, cartera y celular, dejando la computadora y los textos pendientes en el limbo. Recuerdo que vi una pareja que se quedó bajo el marco de una puerta mientras bajaba, les grité también “¡vámonos!” , acto seguido, el muchacho me siguió y jaló a la chica con él, quien empezó a llorar. Ya para salir del edificio, vi varias señoras mayores que lloraban, gritaban asustadas y preguntaban por sus hijos, mascotas o demás allegados. Fue una sacudida salvaje de 40 segundos pero pareció una eternidad.

En esos momentos, yo no sabía que tan grave había sido el sismo, recuerdo que varios colegas se reportaron: “Lo siento, no podré entregarte los diseños, no tengo luz y mi señal es muy débil,” decían. Si… yo estaba igual…

Así viví el sismo del 19S en la CDMX y quedé lo suficientemente lista para reaccionar más rápido con el que hubo después, el sábado 23 del mismo mes. Fueron momentos difíciles, pero ahora es peor, la euforia por ayudar va pasando, las teorías ridículas abundan, nuestros representantes están aún más indiferentes  y la insensibilidad va resurgiendo.

 De este desastre natural se pueden identificar varias cosas interesantes, que a su vez pueden dividirse en tres usuales categorías, muy recurrentes en todo ramo desde que tenemos memoria: lo bueno, lo malo, lo feo. Podría escribir una letanía, pero procuraré ser breve por usted, amable lector.

Ya que la mayoría prefiere las malas noticias primero, empezaré por ahí. He visto de todo en estos días, lo suficiente para perder en segundos la fe en la humanidad. Por un lado están los ciudadanos gandallas, quienes se aprovecharon del sismo para seguir siendo calaña de la sociedad. Estuvieron aquellos que asaltaron en los cruces entorpecidos por el caos, los que revendían despensas o el tipejo que encontró la tarjeta de débito de una víctima del sismo y en lugar de reportarla, despilfarró lo que contenía en Zara y Best Buy.

Además de estas lacras usuales y potenciadas por el desastre, se notó la falta de empatía por parte de funcionarios públicos, ni siquiera en estas situaciones pudimos librarnos de su ansia por un “hueso”, ello llegó a ocupar  titulares internacionales como Al Jazeera, Huffington Post Los Angeles Times, el mensaje fue claro: los mexicanos no cuentan con sus políticos para salvarse.

Los partidos políticos primero se negaban a donar (más bien regresar) parte del presupuesto para su administración o campañas para reparar las afectaciones en las ciudades afectadas, luego pasaron a pelearse por quien daba más o a quien se le ocurrió primero. Lamentable e inoportuno, pero eso no fue lo peor: el mandatario mayor anunció en un “emotivo” mensaje que si se ayudaría a los mexicanos afectados…. Con créditos y “solventes” opciones para recuperar su casa, algún día. Inquietante, pero esta actitud se vio hasta en escalones más abajo, cuando la directora del Colegio Rébsamen, uno de los más afectados en la Ciudad de México, exige el pago de colegiaturas en estas circunstancias.

Al final la corrupción parece empoderarse y a pesar de las construcciones dañadas, malos manejos de papelería inmobiliaria y miles de vidas inocentes perdidas o en riesgo, faltan cabezas responsables para altercados que pudieron evitarse, y faltan manos que estén dispuestas a trabajar de principio a fin para reparar los perjuicios.

Luego de lo malo, lo feo: ignorancia desmedida, reclamos sin criterio y muchísimos “muros con tranchetes.” Por ejemplo, al momento de preguntarme como estaba, una persona universitaria -no muy importante en mi vida, por cierto- me dijo: “Aaay que gacho que tembló, ha de ser por la contaminación, la tierra nos está cobrando lo que le estamos haciendo.” Aunque agradecí su preocupación, para mi interior lamenté su terrible obscurantismo  y quise regresarla a la primaria, pero eso no fue lo peor que vi/escuché en estos días.

Varios pseudo-intelectualoides compartieron Fake News, con chairadas implícitas, aún sin vivir en zonas afectadas, sin ayudar físicamente y hasta sin leer las noticias de fuentes mínimamente calificadas como confiables. De forma personal, lo peor que leí en estos días no fue sobre la prematura y apócrifa  partida de auxiliares japoneses ni sobre los perritos rescatistas falsamente “explotados” ni siquiera la estupidez de un “super-megaterremoto” inminente; lo peor que leí fueron falsas alarmas sobre personas muertas, heridas o extraviadas; que sólo lograron entorpecer y desperdiciar recursos de ayuda.

La discriminación también se hizo presente, no sólo al segmentar ayuda cuando algunas dependencias, tanto públicas como privadas, tomaron las riendas, dejando de lado a las comunidades más vulnerables o pequeñas; es sabido que aunado a ello, algunas familias otomíes en La Condesa han denunciado agresiones raciales por el sólo hecho de permanecer en la zona, a pesar de no tener a donde ir.  

Hubo  además muchos reclamos para voluntarios civiles, como el porqué no estaban en su trabajo cotidiano, para mí la respuesta es clara: estaban ayudando, y si, hay que seguir con las actividades económicas que sostienen al país y a su libre mercado, pero la prioridad para cualquier ser humano pensante con un poquito de corazón es ayudar ¿o no? Pues no… muchos patrones y magnates se molestaron con sus empleados por ayudar, o bien por no presentarse a trabajar en edificios a punto de colapsar.

Pero no todo está perdido, ni hundido en la miseria humana. Posterior a lo feo,  viene lo mejor de la situación, lo bueno en medio de la desgracia: esperanza y solidaridad.

Así como nunca en mi vida había sentido un sismo de magnitud 7.1 tan de cerca, tampoco había sentido la calidez y la humanidad presente en la mayoría de los mexicanos. Hoy puedo decir que mi espíritu de lucha ha aumentado, y del mismo modo, la confianza que me producen los amigos, los conocidos y hasta la diplomacia internacional. La comunicación con mis allegados en la ciudad fue excelente en esos días, de la misma manera con quienes están lejos, en otro país o en otro Estado. Me di cuenta de que en general, me he rodeado de personas buenas, conscientes y comprometidas con el país. Quisiera que esto permaneciera así de tangible sin necesidad de que otro desastre nos impactara. Quisiera ver el respaldo que vi en estos días, presente en cada persona que conozca de hoy en adelante.

Por su parte, las figuras públicas fueron vistas ayudando o donando; y a pesar de los “dimes y diretes,” a mí para ser franca me importa muy poco si lo hacen por ganar más fama o simpatía, lo importante es que se dieron a la tarea de apoyar y usar su presencia en medios de gran alcance para inspirar a más personas.

Para finalizar, quisiera enfatizar una percepción que destacó por primera vez: la importancia que las mascotas deben tener en todas las familias: perritos, gatos, un perico y una tortuga; vidas valiosas que pasaron por este desastre y a su vez, de forma afortunada, fueron objetivos por parte de los rescatistas

Quedan muchas interrogantes luego de esta reflexión ¿no? En lo personal, puedo responder algunas: ¿Tienes el gobierno que mereces? si exiges más de lo que das, no estás lejos de que te quede como anillo al dedo  ¿Tenemos los medios que merecemos? Unos si, otros son inocentes; si compartes noticias falsas para hacerte el o la sabionda, para generar discusiones sin sentido,  para fomentar más ignorancia o para promover a tu “gallo” del 2018, no eres mejor que Televisa y su confusa historia sobre la niña “Frida Sofía.”

¿Entonces debemos enfocarnos en lo malo y lo feo? No. Aunque tampoco se deben dejar de lado las cuestiones “pesimistas,” sin duda fuimos testigos de lo que la mayoría de los mexicanos merecemos y estamos dispuestos a corresponder: solidaridad, bondad y manos amigas en circunstancias difíciles. Somos más los buenos, que no quede duda.