domingo, 24 de julio de 2016

Sin ánimos de ofender- Sobre niños, Pokémons y campañas "ingeniosas"

Cada quien decide que modas le acomodan, pero tal parece que ser feliz no es opción en nuestros días ¿qué por qué lo digo? Fíjese nada más en sus páginas más habituales de Internet, siempre hay algo por lo cual sentirse culpable, aunque uno no tenga vela en el entierro.

Tomemos por ahora el caso de una app popular que ha traído a todos de cabeza en las últimas semanas, para bien o para mal: Pokémon Go.

Las mentes que se presumen “maduras e intelectuales” han tachado a aquellos que juegan Pokemon Go de ñoños e inmaduros. De forma personal, no tengo nada en contra de este videojuego, de hecho me parece un concepto muy creativo y una app más para convivir con los amigos de forma amena; además, al crecer en los 90’s nunca podría ver a Pokémon con malos ojos, ya que representa una de las bondades de Nintendo a la que le tengo aprecio nostálgico.

El debate entre Anti-Pokémons y Maestros Pokémons continúa, pero hace unos días, los primeros lanzaron un golpe bajo a los segundos gracias a una polémica serie de fotografías:

Resulta que una campaña difundida por la agencia de prensa del Ejército Libre de Siria (ELS), un grupo que se opone al régimen de Bashar al Assad, aprovechó la popularidad de Pokémon Go para retratar niños sirios con dibujos de estas populares criaturas ficticias, hablando los mismos en primera persona con slogans tipo “estoy en Siria, ven por mí” y algunos subtítulos de chantaje emocional donde se lee “no te olvides de los niños sirios.”



Ojo, en primer lugar,  deberíamos conocer las organizaciones y grupos que se ocupan de mejorar la calidad de vida de aquellos infantes. En lo que respecta al Ejército Libre de Siria, la mente tras esta campaña, dudo que represente una institución idónea que  garantice como prioridad la seguridad de los niños. Lo dudo, porque además de tener infantes en sus tropas, en general poseen un historial repleto de armas caseras, ejecuciones, atentados y protestas sanguinarias.

En todo el mundo, el estatus del ELS entre “justicieros” y “mercenarios” no es claro: por un lado, se les reconoce y aplaude su lucha contra el Estado Islámico;  pero por otro, también es frecuentemente cuestionado por buscar derrocar un mandato violento utilizando más violencia.

En fin, los conflictos en Medio Oriente tristemente no son novedad, pero han ido más lejos con el mensaje intrínseco de esta reciente hazaña publicitaria dirigido a Occidente, el cual puede interpretarse más o menos así: “Maldito tú y tus privilegios fuera del tercer mundo, debería darte vergüenza ser un poquito feliz  y tener distracciones inofensivas mientras los niños sirios te necesitan ¿cómo te atreves a tener Smartphone e Internet? Deberíamos de detener toda nuestra vida, todo nuestro progreso, en aras de ayudar a niños vulnerables” ¿Se fija? Un reproche vacío que no viene al caso.

En efecto, sí,  se debe hacer algo por los derechos de los más inocentes, pero algo realmente efectivo y objetivo, como conocer las campañas de la Unicef, contactar con los encargados de las embajadas, dar a conocer recursos de ayuda con publicidad certera y propia, etc. No entiendo como ayudará el hecho de hacer sentir culpables a los jugadores de Pokémon Go, no los veo comprando un boleto a Siria (ni a ellos ni a los eternos revolucionarios de sofá resentidos con la vida.)

¿Cuál es el afán de echar a perder una afición? ¿Acaso los eternos inconformes no tienen hobbies? ¿Debemos dejar de lado nuestra felicidad personal porque en el mundo siempre habrá gente en desgracia? Cuídese mucho del chantaje que otros quieran reprocharle para alterar su paz.

Este mundo y sus razonamientos me tienen intrigada, Sólo puedo retomar las palabras del filósofo Bert Hellinger y aplicarlas como consejo:

“Hay que cuidarse de las VÍCTIMAS, son muy peligrosas. Alguien que se queja de lo malos que fueron con él, está buscando un aliado, no está buscando arreglar su situación. Una víctima nos arrastra a su estado. Hace que todos sean culpables. Todos los que no se "solidarizan" con su estado son "malos". Una víctima es muy peligrosa; daña a todos."

Recuerde: ayudar al prójimo es admirable, y siempre es posible si se tienen los datos adecuados; lo difícil es distinguir una operación de auxilio factible de una maraña de chantajes. Juzgue usted, sea cauteloso, haga lo correcto y viva feliz aunque le arda a la chairada más acérrima.


Ese es mi consejo, como siempre, puede tomarlo, maldecirme o permanecer indiferente, pero sobre todo, recuerde que este espacio es… Sin ánimos de ofender.  

domingo, 10 de julio de 2016

Sin ánimos de ofender-Zoológicos en la mira... otra vez


¡!

Todo indica que son días malos para  ser  gorila u oso polar. Algo pasa en los zoológicos últimamente que mucho tiene que ver con nuestra responsabilidad bioética. Ahí tenemos a Arturo, el oso polar más triste del mundo, condenado a un entorno caluroso y solitario en el zoológico de Mendoza, Argentina. Arturo llegó a ese recinto en 1993, como un simple objeto de canje entre instituciones. Nunca conoció la tundra, ni las auroras boreales, mucho menos sintió la nieve en su nariz; no tenía espacio para correr, nadar o desarrollar sus habilidades natas de caza.

En los primeros días de este julio, el buen Arturo encontró su descanso luego de más de 20 años enclaustrado. Es obvio que nunca se consideraron sus necesidades, y es todavía más triste saber que ni siquiera murió cerca de uno de los suyos, pues perdió a “Pelusa” –su compañera de celda- en 2012.

El caso particular del zoológico de Mendoza llamó la atención mundialmente, ya que una gran variedad de los especímenes que albergaba murieron en menos de dos semanas. La buena noticia es que este lugar ya está cerrado desde mayo, incluso antes de la muerte de Arturo; pero ¿qué pasará con los animales sobrevivientes? ¿Debemos condenar a todos los zoológicos por igual? ¿Es el cierre de esos espacios la solución definitiva?




Otro argumento contra los zoológicos se desprende del caso de Bantú, el gorila estrella del Zoológico de Chapultepec en la Ciudad de México. Bantú partía sedado hace unos días hacia Guadalajara, donde se encontraría con su pareja potencial para continuar con su legado. Lamentablemente Bantú falleció en misteriosas circunstancias durante su trayecto, todo indica que fue víctima de una sobredosis de anestesia, las autoridades correspondientes ya están indagando en el caso.

Quizá muchos comparen el caso de Bantú con el de Harambe, el gorila que fue asesinado en el zoológico de Cincinnati para salvar la vida del niño que cayó en su área por accidente. Aunque ambas muertes son igual de lamentables, a mi parecer no tienen nada en común  a excepción de la especie, ya que sólo en el caso del zoológico mexicano las acciones que rodearon el deceso del animal son reprobables.

Una cosa es la medida desesperada para salvar a un niño, que ninguno de nosotros puede juzgar como incorrecta si nunca hemos visto en peligro potencial a un ser querido, pendiendo de un hilo ante la reacción de un animal salvaje. El caso cambia cuando es la negligencia la que se interpone, pues ningún ser humano estaba en peligro con Bantú y su muerte representa una torpeza más de personal pseudocapacitado.


Aunque los animales salvajes no pueden –ni deben- considerarse como mascotas, el compromiso de moral que hacemos una vez que decidimos cuidarlos fuera de su hábitat es similar: protegerlos de todo mal y salvaguardarlos del maltrato de terceros. 

Hay casos pésimos, como el del zoológico de Mendoza, pero los zoológicos no son el problema de trasfondo; si bien, lo ideal es que cada animal este en su hábitat, los zoológicos han demostrado que bajo la adecuada administración humana sirven para rescatar a especies de la extinción, así como para lograr una conciencia asertiva en la mente humana.

Los malos zoológicos deben ser cerrados, eso es un hecho; pero su fama no debe afectar a los buenos, pues muchos de estos lugares incluso han logrado regresar exitosamente a la fauna a algunas de sus especies.

En conclusión: no quiero que cierren los  zoológicos, no quiero que los animales que tienen un hogar ahí sean sacrificados o afectados en su integridad por algún pensamiento de furor ecochairo que yo pueda llegar a desarrollar; no obstante, si urgen mejores condiciones para estos lugares y mayor cultura para que nunca más volvamos a tener casos como el de Arturo o Bantú.

Los zoológicos deben tener el fin de educar y preservar más allá del de entretener; si sólo tienen esta última característica, las víctimas seguirán en crecimiento y las condiciones deplorables seguirán cobrando vidas.


¿Qué opina usted? ¿Cree en los buenos zoológicos? Su opinión es muy valiosa y también puede participar en la sensibilización hacia los animales si lo desea. Y lo más importante, recuerde que este espacio es… “Sin ánimos de ofender.”