domingo, 9 de noviembre de 2014

Carta abierta de una mujer profesionista sin hijos



ILUSTRACIÓN POR: BRENDA MOTA



Queridas tías Marieta y Romina:


He decidido extender una carta ante las interrogantes que siempre me hacen respecto a mi futura vida familiar, especialmente en la parte que confiere a tener hijos.

Por supuesto que te admiro a ti, tía Romina por haber dado a luz a 10 chamacos sanos. De igual forma, reconozco el mérito de las  mujeres abnegadas, que como tú, renunciaron a una vida propia por dedicarse al hogar y al marido.

A ti tía Marieta, debo reconocerte la valentía al ser madre soltera… de tres chamacos… de diferente padre; porque a pesar de la difícil situación, les diste techo, comida y carrera a mis tres primos.

Desafortunadamente, temo que soy muy diferente a ustedes. Para mi propia vida he elegido un camino un tanto alterno, pues cursé estudios que me apasionan y quiero desarrollarlos antes de “echarme la soga al cuello” con hijos propios. Desde luego que quiero descendencia, pero lo he hablado cuidadosamente con mi pareja y hemos decidido los tiempos y el “cuándo” será el momento adecuado para concebir. Comparto la lista de esos “cuándos” con ustedes:

1.- Cuando tenga ahorros suficientes. No quiero que nada le falte a mi bebé y quiero incluso consentirlo como se merece, sin excesos y cuando las circunstancias lo ameriten, sin malcriarlo, pero darle los recursos necesarios.

2.- Cuando haya alcanzado mis metas profesionales. En un futuro quiero criar “un águila”, no “una gallina” y eso sólo lo lograré con mi ejemplo. Quiero que mi hijo sea fuerte y capaz de llegar tan lejos como lo desee y quiero poder decirle “si yo pude, tú también”.

3.- Cuando haya viajado lo suficiente. Tal vez parezca egoísta, pero deseo ver y apreciar lo que hay más allá de mis narices. Creo que la ambición de conocer diferentes lugares y culturas es meramente humana, pero es algo que debe hacerse siendo independiente y sin ataduras. Al pasar esta etapa se logrará más estabilidad en mi mente y jamás se dirá que “me quedé con las ganas.” No importa lo mucho que se esfuercen, viajar con hijos simplemente ya no es igual.

4.- Cuando esté lista para cambiar mis niveles de paciencia. Todavía estoy en una etapa en la que me molesta que un niño llore en el cine, en el teatro o en un avión. También me molesta cuando un niño me estornuda en la cara dentro del transporte público o en la fila de la comida rápida. Esta vertiente tiene dos caras: la primera es que necesito reforzar mi paciencia para ser más tolerante ante las situaciones ya mencionadas y la segunda es que espero ser lo suficientemente sabia para educar tan bien a mis hijos que sepan comportarse sin dejar de ser niños;  ser niño no es sinónimo de ser berrinchudo. Espero también que mi amor de madre nunca me ciegue lo suficiente como para llevar a mi hijo de tres meses a una sala de cine.

5.- Cuando el niño que nazca sea mi prioridad no forzada. En el momento en que sea capaz de educar a mi hijo sin abandonar mi trabajo, estudios o demás oportunidades. Su educación y mi tiempo estarán equilibrados, no descuidaré su crecimiento, como tampoco los medios que me permitan darle siempre lo mejor.

6.- Cuando mi hijo tenga suficientes argumentos para sentirse orgulloso de mí. Es mi deseo que mi hijo me admire por otras cualidades diferentes al hecho de ser su madre. Debe saber y apreciar lo mucho que trabajé por él y todo lo que preparé antes de su llegada.

7.- Pero sobre todo, cuando tener un hijo no signifique abandonar mis sueños. Cuando haya cumplido con la mayoría de mis sueños, estaré lista para ayudar a cumplir los sueños de un nuevo ser.

No estoy segura de cuando logre completar los siete “cuándos” pero considero que seré buena madre hasta haberlos cumplido. Es mi deseo llegar a tener descendencia, por eso me esforzaré en completar la lista; no es cuestión de edad o de capricho.

Me gustaría aclarar que no tengo nada contra ustedes, quienes prefieren una vida hogareña, ni tampoco contra las madres que movidas por las circunstancias, se vieron obligadas a criar un hijo antes de tiempo. Simplemente, mi educación amerita que deje a un lado la presión social y el mentado “reloj biológico” por un rato.

Creo que es más sabio no tener hijos sino se está preparado para ello. Tal vez si existiera más consciencia respecto a lo anterior, la educación para los niños mejoraría y, por consiguiente, la sociedad estaría un paso adelante.

Queridas tías, espero con esta carta haber respondido las dudas que siempre tienen en la cena de navidad y en cada uno de mis cumpleaños.


Las quiere, su sobrina Carol.