Introducción a Sin Ánimos de
Ofender
"Sin ánimos de ofender"
es una columna de mi autoría que planeo para que usted, amable lector, lea semanalmente
en algún periódico digital o de circulación nacional a mediano plazo. Por lo
pronto, le dejo esta premisa para que se vaya adentrando al corte que tendrá.
Cabe resaltar que una colega muy
querida propuso el tema que a continuación se presenta:
Sin ánimos de Ofender.-
Burocracia de América Latina
Seguramente cualquier persona
mayor de 18 años que me esté leyendo se ha enfrentado a una cara apática tras
una ventanilla, a una contestadora electrónica falsamente atenta y/o a una
página de internet lenta que no le permite concretar una operación básica.
Y es que uno no sufre esa clase
de peripecias en balde, es obvio que tras ese mar de lágrimas e ineptitud
ajena, se encuentra un trámite que debemos hacer para superarnos, obtener un
beneficio por parte de terceros o simplemente cumplir con la ley.
Desde luego que el mundo sería un
caos de no ser por esta serie de pasos que debemos seguir, el control en este
tipo de procesos es un mal necesario y se entiende, pero ¿por qué la burocracia
agarró tan mala fama en países latinoamericanos? ¿Cuándo empezamos a hacer
chistes con las filas que hacemos en cada trámite? ¿Cuándo empezamos a comparar
a las secretarias que nos atienden con orcos desalmados?
Para responder a esas preguntas y
hablar de burocracia, podría escribir un libro completo, podría incluso citar
las teorías de Max Weber y redundar en todas sus variantes; pero si me diera a esa
tarea se perdería el contexto editorial y el sentido irónico que caracterizará a
esta publicación.
Esta vez, es mejor si hablamos de
burocracia bajo la perspectiva popular y verdadera que nos brinda la cotidianeidad.
Está demostrado que los latinoamericanos tenemos en general una forma de ver la
vida mucho más relajada y alegre; en general esto agrada a los extranjeros que
consideramos de "primer mundo", lo que no les agrada -ni a nosotros-
son las caras que encuentran tras los trámites a realizar en pisos latinos.
A la larga, estos extranjeros
llegan a acostumbrarse, pues se apegan a aquel dicho que dice “a donde fueres,
haz lo que vieres.” Pero ¿qué pasa con este silogismo y los mexicanos en el
extranjero? ¿Cómo lidian con sus compatriotas burócratas?
Para ese testimonio, contacté a
Ale; ella es una futura escritora de la que seguro escucharemos como un orgullo
nacional en el futuro y quien por ahora, se encuentra mejorando sus habilidades
en la ciudad de Los Ángeles, California.
Según cuenta a su servidora, Ale
se malacostumbró al sistema aburrido pero eficiente de los gringos, no es que
este sistema estuviera exento de malas caras por parte de los servidores
públicos, pero en general cuando trata con ellos le es más fácil concretar sus diligencias.
No revelaré los nombres de las
instituciones a las que Ale se ha enfrentado, basta con que se diga que son
organismos de representación latina en Los Ángeles. El panorama que esta joven
escritora describe suena familiar para aquellos que hemos lidiado con tediosas gestiones
en nuestro país de origen:
“Cuando te acercas a pedir ayuda,
son linces en contestar, golondrinas en sus modos y carros ahorradores de
gasolina en su eficiencia".
Así se siente mi colega al pedir
ayuda a compatriotas oficiales, quienes se supone deberían brindarle algo de
calidez y añoranza por su país y tristemente sólo le recuerdan las deficiencias
del mismo.
La descripción que hace de las
oficinas también me recordó a las que hay en tierras mexicanas:
“La sala de espera está ubicada
en un estacionamiento con un toldo blanco encima. Cuando hay lluvia, el piso y
las sillas están mojados. Si tu trámite es en el interior, te inundan con información
tediosa y confusa; al grado de que llegas a perder la concentración del trámite
que fuiste a hacer desde un inicio. Cabe resaltar la condición de los
sanitarios: descompuestos, insuficientes y sucios.
Mucha gente es amable, pero otra
es prepotente y aplica la de "si no te gusta, vete…"
Como ven, a pesar de todo hay sus
honrosas excepciones. Para mejorar esta situación, y para dejar de darle
motivos al orate de “Don Trump” para que nos siga echando tierra como raza en
general, sólo hay una alternativa: la magia de la empatía.
El ponerse en el lugar de alguien
más nos permitirá actuar con ética. Todos somos parte del sistema y es más probable
que al resaltar una actitud amable, recibamos el mismo trato. Claro que, hay
casos perdidos; inevitablemente hay entes tras ventanillas y funcionarios a los
que no les calienta ni el sol y a pesar de que tengan un arcoíris y expulsen
bombones por los poros, no serán felices.
Resolver la problemática de la burocracia
de “tercer mundo” por completo, involucraría irse hasta los principios más
fundamentales de las ciencias administrativas, ya sabe, para mantener a los
servidores públicos amables y motivados.
Suena como una tarea casi
imposible, quizás hasta utópica, así que mientras se llega a tal punto, nos
corresponde desarrollar empatía en cada uno de nosotros… y a los más ocurrentes
seguir inventando chistes al respecto para sobrellevar los corajes.
Es un hecho, nos falta disciplina
en “procedimientos de oficina”, así que debemos mantener nuestra buena fama en
torno a la “amabilidad” de la que hablan los extranjeros –con la excepción de
personas como el estadounidense republicano copetón del que escuchamos a diario-.
Para concluir, aclaro a las
mentes con complejo revolucionario que puedan leerme, que ni Ale ni yo nos estamos
quejando de ser mexicanas; ambas nos sentimos orgullosas de nuestras raíces y
si nos manifestamos a través de las letras ante el problema de la burocracia latina
es precisamente con un aire de crítica constructiva y con disponibilidad
abierta para poner nuestro granito de arena como partes indirectas.
Después de todo, esta publicación
es… Sin ánimos de ofender.
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