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Todo indica que son días malos para ser
gorila u oso polar. Algo pasa en los zoológicos últimamente que mucho
tiene que ver con nuestra responsabilidad bioética. Ahí tenemos a Arturo, el
oso polar más triste del mundo, condenado a un entorno caluroso y solitario en
el zoológico de Mendoza, Argentina. Arturo llegó a ese recinto en 1993, como un
simple objeto de canje entre instituciones. Nunca conoció la tundra, ni las
auroras boreales, mucho menos sintió la nieve en su nariz; no tenía espacio
para correr, nadar o desarrollar sus habilidades natas de caza.
En los primeros días de este julio, el buen
Arturo encontró su descanso luego de más de 20 años enclaustrado. Es obvio que
nunca se consideraron sus necesidades, y es todavía más triste saber que ni
siquiera murió cerca de uno de los suyos, pues perdió a “Pelusa” –su compañera
de celda- en 2012.
El caso particular del zoológico de Mendoza
llamó la atención mundialmente, ya que una gran variedad de los especímenes que
albergaba murieron en menos de dos semanas. La buena noticia es que este lugar
ya está cerrado desde mayo, incluso antes de la muerte de Arturo; pero ¿qué
pasará con los animales sobrevivientes? ¿Debemos condenar a todos los
zoológicos por igual? ¿Es el cierre de esos espacios la solución definitiva?
Otro argumento contra los zoológicos se
desprende del caso de Bantú, el gorila estrella del Zoológico de Chapultepec en
la Ciudad de México. Bantú partía sedado hace unos días hacia Guadalajara,
donde se encontraría con su pareja potencial para continuar con su legado.
Lamentablemente Bantú falleció en misteriosas circunstancias durante su
trayecto, todo indica que fue víctima de una sobredosis de anestesia, las autoridades
correspondientes ya están indagando en el caso.
Quizá muchos comparen el caso de Bantú con el
de Harambe, el gorila que fue asesinado en el zoológico de Cincinnati para
salvar la vida del niño que cayó en su área por accidente. Aunque ambas muertes
son igual de lamentables, a mi parecer no tienen nada en común a excepción de la especie, ya que sólo en el
caso del zoológico mexicano las acciones que rodearon el deceso del animal son
reprobables.
Una cosa es la medida desesperada para salvar
a un niño, que ninguno de nosotros puede juzgar como incorrecta si nunca hemos
visto en peligro potencial a un ser querido, pendiendo de un hilo ante la
reacción de un animal salvaje. El caso cambia cuando es la negligencia la que
se interpone, pues ningún ser humano estaba en peligro con Bantú y su muerte
representa una torpeza más de personal pseudocapacitado.
Aunque los animales salvajes no pueden –ni
deben- considerarse como mascotas, el compromiso de moral que hacemos una vez
que decidimos cuidarlos fuera de su hábitat es similar: protegerlos de todo mal
y salvaguardarlos del maltrato de terceros.
Hay casos pésimos, como el del zoológico de
Mendoza, pero los zoológicos no son el problema de trasfondo; si bien, lo ideal
es que cada animal este en su hábitat, los zoológicos han demostrado que bajo
la adecuada administración humana sirven para rescatar a especies de la
extinción, así como para lograr una conciencia asertiva en la mente humana.
Los malos zoológicos deben ser cerrados, eso
es un hecho; pero su fama no debe afectar a los buenos, pues muchos de estos
lugares incluso han logrado regresar exitosamente a la fauna a algunas de sus
especies.
En conclusión: no quiero que cierren los zoológicos, no quiero que los animales que
tienen un hogar ahí sean sacrificados o afectados en su integridad por algún
pensamiento de furor ecochairo que yo pueda llegar a desarrollar; no obstante,
si urgen mejores condiciones para estos lugares y mayor cultura para que nunca
más volvamos a tener casos como el de Arturo o Bantú.
Los zoológicos deben tener el fin de educar y
preservar más allá del de entretener; si sólo tienen esta última característica, las
víctimas seguirán en crecimiento y las condiciones deplorables seguirán cobrando vidas.
¿Qué opina usted? ¿Cree en los buenos
zoológicos? Su opinión es muy valiosa y también puede participar en la
sensibilización hacia los animales si lo desea. Y lo más importante, recuerde
que este espacio es… “Sin ánimos de ofender.”
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