Estos tiempos decembrinos me ponen más
idealista y soñadora de lo normal (si, es posible) y tomando en cuenta que las
efemérides de hoy se centran en el cumpleaños de una de las personas más
inspiradoras para mí, tenía que escribir sobre él: Walt Disney.
Muchas cosas pueden decirse de Disney como
individuo, mientras que para algunos es una mente brillante y un ejemplo en
varios ámbitos; otros prefieren concentrarse en los aspectos negativos que
rodean a su figura, como en la política machista que poseían sus empresas hace
algunos años -algo habitual en todas las compañías de la primera mitad del
siglo XX-, sus presuntos engaños malévolos a través de personajes subliminales
e incluso sus supuestos y disparatados vínculos con sectas.
En lo personal me inclino por la primera
faceta, la positiva, ya que todos al menos una vez nos hemos fascinado con sus
personajes e historias, o bien, con el legado que dejó y que ahora forma parte
de las nuevas generaciones; así como sus grandes enseñanzas en materia de
negocios, arte, marketing, liderazgo, relaciones públicas, etc. Sería hipócrita
de mi parte hablar mal de este genio siendo que toda la vida ha sido fuente de
inspiración para mí.
Hace poco hice un largo viaje al continente
asiático, a un lugar que quizás poco tendría que ver con Disney, si no fuera
porque al estar en esas tierras volví a sentir aquello que relacionamos
popularmente con el regocijo “Disney” en mi mente, eso que se siente cuando un
sueño por fin se cumple: al acabar una carrera, al obtener un reconocimiento,
al obtener el trabajo ansiado, incluso al enamorarse.
Así pues además del natalicio de Disney y
sus enseñanzas para la realización personal, este escrito a manera de conteo es
en parte gracias a ese viaje planeado por mi cuenta.
Aclaro, si las enseñanzas motivacionales se
dejan en palabrería e imágenes brillosas con “Piolínes” se chotean y se gastan;
pero cuando uno se decide a aplicarlas, son recursos muy valiosos. A
continuación las lecciones Disney más importantes desde mi punto de vista:
1.- “Si puedes soñarlo, puedes lograrlo”
Una frase dicha en forma textual por
Disney, lista para tacharse de cursi o
parloteo motivacional barato, la vemos en carteles “motivacionales” de Facebook
y suena al choro que te avienta cualquier hijo de vecino con complejo de Paulo
Coelho; sin embargo, bien aplicada y entendida puede hacer la diferencia.
Cuando somos niños estamos llenos de
sueños, esperamos vidas increíbles y
hazañas impensables para nuestro futuro; al crecer, la gente suele
olvidarse de las promesas que se hizo a sí mismo siendo más jóvenes y es cuando
comienzan las frustraciones.
Hubo una etapa en la vida de Walt en la que
se ejemplifica esta frase a la perfección: Disney anheló llevar a la pantalla
grande Alicia en el país de Las Maravillas, incluso antes que Blancanieves.
Pocos lo saben, pero fue Alicia la opera prima de Walt al surgir desde
principios de los años 20 en historietas cortas que planeaba y dibujaba en
conjunto con su hermano Roy.
Pasaron más de 30 años para que Alicia se
viera cristalizada como la película que todos conocemos ahora: pasó por
problemas de presupuesto, animación e incluso estuvo suspendida durante mucho
tiempo cuando Roy Disney contrajo tuberculosis.
Por fortuna ahí está, formando parte de la
infancia alrededor del mundo desde 1951.Quizás si Walt hubiera cedido a la
frustración en esos 30 años que conllevó la concepción final de Alicia, la
entrañable niña se habría quedado atrapada en piezas de papel.
Es verdad, todos hemos tenido frustraciones
alguna vez, pequeñas o grandes, lo grave es estancarse en ellas y conformarse,
pues es cuando el frustrado comienza con las quejas, el auto-reproche a sus
decisiones y la envidia a quienes consiguieron más.
La lección “Disney” de este punto es la
convicción para estar del otro lado, ver más allá de nuestra nariz y de los
problemas y claro, tener la valentía de hacer los sacrificios que cada sueño
trae consigo.
2.- Muchos villanos te esperan
¿Qué sería de la vida sin gente estorbosa e
indeseable? Algo realmente muy aburrido en verdad, lo decían nuestras propias
abuelas o madres cuando nos quejábamos de algunos compañeritos de escuela.
Nadie se libra de ellos, al avanzar inevitablemente habrá quien quiera
interferir o bien, aprovecharse haciéndose pasar por aliado.
Walt Disney se enfrentó con muchos némesis
a lo largo de su carrera, pero quizás el más destacado en este punto sería
Charles Mintz, a quien conoció en un estudio pequeño amparado por Universal
Studios.
Disney se presentó en 1928 ante ese pequeño
estudio para dar a conocer a su personaje más prometedor: Oswald, The Lucky
Rabbit. Fue Charles Mintz quien lo recibió, dándole a Disney la primera
oportunidad para que Oswald figurara en una serie de cortos. No obstante,
cuando Disney pidió más presupuesto a Mintz,
éste lo rechazó, lo despidió y le “arrebató” su personaje gracias a que el
contrato especificaba el cede de derechos a la casa productora.
Oswald duró poco bajo el control de Mintz,
Universal Studios lo absorbió y pronto pasó a manos de Walter Lantz y otros
antiguos colaboradores de Disney. Walt nunca volvió a tener la oportunidad de
animar a su entrañable conejo. Con el tiempo, Lantz dejó de lado a Oswald
para concentrarse en su propia serie: Woody Woodpecker, mejor conocido en
Latinoamérica como El Pájaro Loco.
El desenlace de esta historia, aunque tardío
llega a considerarse “feliz” cuando en 2006, Walt Disney Company compra de
nueva cuenta los derechos de Oswald, así, el personaje vuelve al legado que
dejó su creador.
Quizás se perciba como una anécdota
melancólica, pero si Disney no se hubiera topado a Mintz, Oswald nunca habría
visto la luz y más aún, si este productor no hubiese “jugado sucio”, no
conoceríamos al personaje alterno que Walt imaginó después de perder a Oswald:
Mickey Mouse.
Lo único que cabe recordar con este
ejemplo, es que cada persona libra sus propias batallas y aunque algunas se
planteen soluciones bajas o sucias, siempre habrá manera de enfrentarlos o
sobreponerse. Para satisfacción extra, recuerda que no hay nada como callarle
la boca a tus detractores obteniendo tus logros de manera limpia.
3.- Las cosas por cuenta propia salen mejor de lo que esperas
Por alguna razón nuestra generación creció
con una tendencia extraña al trabajo en equipo, hasta para la tarea más estúpida
o simple. Aunque es cierto que el trabajo en equipo bien aplicado a niveles
institucionales y/o globales es vital, lo cierto es que en algún momento se
perdió el rumbo y se busca que todo se haga entre todos, muchas veces
entorpeciendo el proceso.
Walt Disney obtuvo la mayor parte de sus
ideas solo y únicamente buscaba colaboradores para lo esencial, siempre
cuidando que fueran los mejores de su rango –no sus “compas”- y asegurando sus
licencias (para no volver a vivir lo de Oswald).
Cuesta imaginar la “mesa de diálogo”, el
“focus group” o cualquier equipo de trabajo previo para Alicia en el País de
las Maravillas o Blancanieves. Si cada uno de los que trabajó en esta cinta
hubiera dado su punto de vista, o si fuera como en tiempos modernos que todos
se victimizan y se ofenden por todo… Quizás esas cintas seguirían en planeación
o tendrían pésimos resultados.
Disney, al menos en el inicio de sus proyectos, prefería trabajar solo, simplemente era el tipo de persona que sabía lo que quería,
con suficiente determinación para hacerlo y para quitarse de encima a los
indecisos que lo rodeaban.
Cuando nos dicen que aprendamos a trabajar
en equipo, muchos lo interpretan en los dos extremos que friegan el resultado:
preguntar el punto de vista a todos o bien, anteponer el suyo como verdad
absoluta de Mesías. No es ni una, ni otra; el buen trabajo en equipo se logra
cuando cada uno de sus miembros ha desarrollado empatía, pero en especial,
cuando ha probado con éxito sus habilidades de forma individual, no antes.
4.- Aprende a diversificarte
En la década de los 40, en plena guerra,
Disney se fascinó con la cultura latinoamericana y creó una película
inolvidable: Los Tres Caballeros.
En la trama, el Pato Donald abre sus
regalos de cumpleaños y la mayoría de ellos resultan ser de parte de sus amigos
latinos, por lo que aprovecha muy bien la ocasión para aprender más sobre la
cultura y costumbres de los mismos. El iracundo pero querido pato hace además
dos nuevos amigos: el periquito brasileño José Carioca y el gallo mexicano
Pancho Pistolas. Mediante canciones y jocosas anécdotas, se logra una semblanza
impecable, llena de colores, aprendizaje y nostalgia.
La posmodernidad y las victimas de primer
mundo de nuestros tiempos, podrían colocar a esta película como ofensiva y
plagada de estereotipos, pero lo cierto
es que en el contexto de la época tuvo una excelente respuesta por parte de
todos los involucrados, contó además con la participación de buena gana de
actores latinos destacados, tales como: José Oliviera, Joaquín Garay, Aurora
Miranda, Carmen Molina, Dora Luz, etc.
En el contexto histórico, en ésa época
faltaba mucho por hacer en materia de empatía racial, por lo que a pesar de las
críticas quejumbrosas y modernas, esta producción y la predecesora “Saludos
amigos”, contribuyeron con el parte-aguas que fomentó la sana convivencia con
los latinos en las producciones cinematográficas de Hollywood.
En la actualidad, el legado Disney ha
explorado diferentes culturas y razas, dando a sus compañías de forma global,
una política incluyente y solidaria.
5.- “La mejor manera de empezar algo, es dejar de hablar y empezar a hacerlo”
Mi frase favorita, una ley de vida que
todos deberían aplicar para ser menos metiches y más felices. Disney logró
aprender que cuando se juzga menos a terceros y se más concentra en lo propio,
se obtienen resultados increíbles.
Cuando sus hijas le hablaron del personaje
de Mary Poppins, él les prometió que haría una película basada en esa increíble
niñera.
Walt pudo haber aplazado esa promesa toda
la vida, parlotear una y otra vez y dejarlo en un anhelo incumplido; nadie se
lo hubiera reprochado – probablemente ni siquiera sus hijas al crecer-,pero
optó por hacerlo de verdad, y aunque la creadora de Mary Poppins, Pamela Lyndon
Travers, resultó ser una persona difícil para negociar, después de muchos años
de visitas a Londres y de invitaciones a Disneyland, finalmente Lyndon Travers
accedió para que Julie Andrews personificara a ese personaje en el largometraje
musical que todos conocemos.
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